La fiesta de la Divina Pastora, de la Madre del Buen Pastor, así fue instituida canónicamente por el Papa Pío VI el 1 de agosto de 1795. Esta fiesta litúrgica está íntimamente unida a los capuchinos, especialmente a los de Andalucía, ya que fue en Sevilla donde comienza para el mundo esta devoción a la Madre de Dios.
En un momento de la devoción mariana en que a la Madre del Señor se le había encumbrado tanto, al modo humano, que parecía poco menos que inimitable, y al pobre pecador sólo le cabía contemplarla en su inalcanzable altura, surge del celo pastoral de un capuchino, presentar a María, como Madre del Buen Pastor, cuidando el rebaño del Señor, mezclada entre las ovejas y siendo por lo mismo espejo de la misión propia de la Iglesia de Cristo.
Así fue como Fray Isidoro de Sevilla, viendo en su labor pastoral, que el rebaño de Cristo, sobre todo las ovejas más necesitadas del cuido misericordioso, los pobres y pecadores, los sencillos de este mundo, andaban poco menos que desvalidos, como ovejas sin pastor que las guiase al que es Pastor de nuestras vidas, el Dios cercano, muestra a María despojada de todo boato, rebajada de rangos y grandezas impropios, y en la actitud que siempre tuvo la Madre del Señor: servir al Hijo de Dios hecho hombre, un servicio que se traducía en cuidarlo, protegerlo, ayudarle a crecer, escucharlo, obedecerlo, y, ahora, haciendo lo mismo con su Cuerpo que es la Iglesia, llevando a cabo la misión que su Hijo le encomendase desde la cruz, cuando refiriéndose a Juan, el discípulo (que nos representaba a todos) dijo a María : "Mujer, ahí tienes a tu hijo"; el evangelista san Juan que nos refiere el hecho dice que desde ese momento se la llevó a su casa.
En un rosario de la aurora, Fray Isidoro, que había mandado pintar para un estandarte procesional la imagen de María con el ropaje sencillo de pastora, sale de la Iglesia de san Gil, en Sevilla, en busca de las ovejas perdidas del rebaño de Cristo, en busca de los más necesitados de cariño y de Dios, Pastor que no quiere que su rebaño se pierda. Fray Isidoro se encamina a la Alameda de Hércules. Y son precisamente estas personas, necesitadas de verdadero afecto las que reciben con regocijo esta advocación nueva de la Madre del Señor, por verla acogedora y en actitud de servicio.
Somos tu pueblo y ovejas de tu rebaño
Luego la advocación de la Divina Pastora y su devoción se extendió entre todas las clases sociales, mediante la labor pastoral de los capuchinos, destacando, entre otros, el Bto. Diego José de Cádiz. Hoy la Orden capuchina, así reza en su Constituciones Generales, encomienda su tarea evangelizadora a la intercesión de la Madre del Buen Pastor, al presidir, orando, la mañana de Pentecostés los comienzos de la evangelización, bajo la acción del Espíritu Santo.
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