El Papa Francisco presidió la Eucaristía en la Plaza de la Basílica de San Pedro, donde se proclamó santos a los Papas Juan XXIII (1881-1963) y Juan Pablo II (1920-2005), en una ceremonia emotiva que contó con la presencia del Papa emérito Benedicto XVI, en lo que se ha denominado “el día de los cuatro Papas”.
Muchos fueron los momentos emotivos vividos, como por ejemplo el saludo del Papa Francisco y el Papa Emérito Benedicto XVI o cómo los cardenales y obispos aprovechaban la ocasión para saludar al Papa Emérito.
Las reliquias de Juan XXIII y de Juan Pablo II fueron llevadas al altar por Floribeth Mora, protagonista del milagro de Juan Pablo II y el cardenal Amato daba gracias al Papa Francisco por estos dos nuevos santos en nombre de toda la Iglesia.
La proclamación de la santidad de los dos papas fue recibida con un gran aplauso en la Plaza de San Pedro, así como en otros lugares de Roma, donde decenas de miles de peregrinos se concentran ante pantallas gigantes desde las que siguen la ceremonia.
El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, presentó a Francisco "las tres peticiones" de canonización para ambos papas, primero con "gran fuerza", después con "mayor fuerza" y, por último, con "grandísima fuerza".
Tras el rito de canonización y la liturgia de la Palabra el Papa Francisco destacó en su homilía la importancia de estos dos nuevos santos: “Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado”.
“No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia”, destaca el Papa Francisco.
Sobre Juan XXIII expresó: “En la convocatoria del Concilio, Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu”.
De igual manera, el Papa Francisco explicó que “Juan Pablo II fue el Papa de la familia”. “Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene”, explicó el obispo de Roma.
“Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama”, finalizó el Papa Francisco en su homilía.
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